XI ENCUENTRO DE CRONISTAS,
HISTORIDORES
E INVESTIGADORES
ORTIZ 2015
LAS ENFERMEDADES DEL
GENERAL JOSÉ ANTONIO PÁEZ
Edgardo
Malaspina
Uno
de los temas más atractivos en la Historia de la Medicina es el estudio de las enfermedades y causa de muerte de
personalidades prominentes. Es un ejercicio teórico, donde se analizan los
síntomas y el cuadro clínico del personaje
estudiado a la luz de los adelantos de la ciencia médica actual y se
comparan con los conceptos vigentes para la época que le correspondió vivir.
El general Páez (Curpa, Portuguesa, 13 de
junio de 1790 - Nueva York, 6 de mayo de 1873) es el héroe venezolano de la guerra de Independencia que más arriesgó su vida en
innumerables combates, pero al mismo tiempo fue el más longevo. En sus primeros
años de vida, tal vez, padeció de las enfermedades comunes de entonces, muy
difundidas en Venezuela: parasitosis intestinales y paludismo.
Cuando
era niño fue mordido por una culebra, episodio que se transformó en un trauma
psíquico y que le provocó ataques epilépticos. Es muy conocido el asalto por
parte de unos bandoleros que sufrió en su juventud y que cambió completamente
su vida: mató a uno de los bandidos pero la recámara de su pistola estalló y le
provocó una herida con desgarramiento interdigital entre el pulgar y el índice
derecho.
Cuando
Manuelote , en el hato La Calzada, lo somete a duros y humillantes trabajos
sufre desgarramiento de la piel y músculos que se infectan con miasis (gusano de monte).
En
su juventud, Páez era un hombre de gran fortaleza. Una huella de un sablazo en
una puerta conservada aún en La Casa de
la Cultura de Barinas, llamada Napoleón
Sebastián Arteaga nos lo demuestra. Aquí funcionó la cárcel donde Páez fue detenido en 1813 y encerrado
con grillos. Logró escapar y regresó para liberar a los otros presos. En su
intento liberador le cayó a machetazos a
los gendarmes. Uno de esos golpes quedó para siempre en la puerta de entrada, y
hoy es una de las piezas museísticas de la institución cultural. Páez en sus
Memorias narra el hecho así: “Dirígime entonces a la puerta de la cárcel , eché
pie a tierra, y sin decir una palabra a la guardia…comencé a repartir sendos
sablazos con tal furia, que todavía se conserva la señal de uno de tantos en
una hoja de la puerta…”
En
los llanos de Casanare un oficial le mostró una serpiente ensartada en una
lanza , lo que desencadenó un ataque epiléptico en uno de sus primeros combates
con convulsiones y gran ausencia: pérdida de la memoria, dolor de cabeza,
confusión mental. Persiguió solo en esas condiciones a los enemigos. Al
regresar al campamento no recordaba nada. Este primer ataque es considerado de
gran mal.
Los
epilépticos presienten la proximidad de
un ataque. Eso se llama aura o factor desencadenante. El aura de Páez era una
culebra o el nerviosismo antes de un combate. La carne de pescado la asociaba a
la de las culebras, y por eso el pescado también le provocaba crisis. En la
batalla de El Yagual, en 1816, sufre un ataque que cede cuando el general
Urdaneta le rocía el rostro con agua proveniente de un cañón. Sufre iguales
ataques en las batallas de Ortiz en 1818 y en la del trapiche de Gamarra en
1819. Pero en batallas muy violentas
como las de Las Queseras del Medio y Mucuritas no tiene ataques
epilépticos.
En
Carabobo recibe catorce lanzazos que
sólo rasgan su uniforme. Páez cae de su cabalgadura como consecuencia de un
ataque epiléptico. El realista Antonio Martínez lo salva de ser pisoteado por
los caballos. Lo coloca bajo un árbol de cañafístola para que repose. Páez se
entera de la victoria de Carabobo dos horas más tarde de finalizada la batalla,
la cual duró cuarenta y cinco minutos.
Páez reconoció más tarde que tuvo mucho miedo en la batalla de Carabobo, y esa
emoción desencadenó, seguramente, el ataque epiléptico.
En
1848 fue hecho preso por su compadre José Tadeo Monagas. Fue recluido en el
Castillo de San Antonio de la Eminencia, en Cumaná. Es recluido es un
cuartucho, donde además de la mala alimentación debe acostarse en el piso para
respirar aire puro a través de las rendijas
del tablado. Aquí enferma de neumonía. Es expatriado a Nueva York, donde se le rinde un homenaje
con parada militar. Su caballo resbala y se fractura el tercio inferior
tibio-peroneal. Los huesos se consolidan mal y el general en adelante caminará
con una ligera cojera.
Luego del Tratado de Coche en 1863, Páez
marcha a su exilio en Nueva York. Allí se queja de molestias urinarias. Tiene
73 años y probablemente esas molestias se relacionan con una hiperplasia
prostática benigna. Visita un museo y al mirar una boa disecada se le
desencadena un ataque epiléptico.
Al
pasea por el Central Park se queja de retención urinaria. Los médicos lo
sondean, y a los tres días pierde el conocimiento. Está en coma. Los reportes
médicos informan que se orina y se
defeca solo en la cama, no se alimenta, no habla.
El 6 de mayo de 1873 muere, a las siete y
veinticinco de la mañana, a los 83 años de edad. El acta de defunción firmada
por los médicos norteamericanos dice que murió de prostatitis y cistitis. Esa
conclusión necrológica es dudosa porque
ambas entidades nosológicas por
si solas no provocan la muerte. Según estos datos la muerte del general Páez es
muy probable que se debió a una insuficiencia renal. No obstante, de acuerdo a
otras fuentes, Páez murió de una bronconeumonía, consecuencia de un fuerte
resfriado, adquirido durante uno de sus paseos a caballo.
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